Insuficiencia Renal Crónica (IRC)
Los riñones son “órganos diana” de muchas enfermedades y de hecho los Nefrólogos solemos llegar a diagnosticar enfermedades que han podido pasar desapercibidas hasta entonces, a partir de profundizar en la causa de una Insuficiencia renal. A día de hoy, las causas que destacan como más frecuentes desencadenantes de IRC son la Hipertensión Arterial y la Diabetes Mellitus, de forma que si no se controlan adecuadamente, pueden lesionar los riñones. Otras enfermedades son: enfermedades de la inmunidad (nefritis), las infecciones crónicas de los riñones (pielonefritis), los cálculos renales y enfermedades congénitas de los riñones y vías urinarias.
¿Cuáles son los síntomas de la insuficiencia renal?
Los síntomas de la insuficiencia renal aguda y crónica pueden ser diferentes. Estos son los más comunes.
Agudos
- Debilidad
- Fatiga
- Sarpullido
- Diarrea
- Poco apetito
- Episodios graves de vómito
- Dolor abdominal
- Dolor de espalda
- Calambres musculares
- Ausencia de producción de orina o elevada producción de orina
- Palidez de la piel
- Sangrado de la nariz
- Inflamación del ojo
Crónicos
- Poco apetito
- Vómitos
- Dolor en los huesos
- Dolor de cabeza
- Insomnio
- Picazón
- Piel seca
- Fatiga tras hacer actividad ligera
- Calambres musculares
- Elevada producción de orina o ausencia de producción de orina
- Incontinencia urinaria
- Palidez de la piel
- Mal aliento
- Problemas para oír.
- Irritabilidad
- Tono muscular débil.
- Cambio en el estado de alerta mental
- Sabor metálico en la boca
Causas
La insuficiencia renal aguda puede producirse cuando:
Tienes una enfermedad que reduce el flujo normal de circulación de sangre hacia los riñones.
Experimentas una lesión directa en los riñones.
Los tubos de drenaje de orina (uréteres) de los riñones se obstruyen y los deshechos no pueden eliminarse del cuerpo a través de la orina.
¿Cómo se diagnostica la insuficiencia renal crónica?
El diagnóstico de de la insuficiencia renal crónica se basa en las manifestaciones clínicas que presenta el paciente, así como en las alteraciones que se pueden apreciar la analítica.
Cuando se sospecha esta enfermedad, debe realizarse un análisis de sangre y orina. Las alteraciones que pueden aparecer son: disminución del volumen de orina (menos de 500 mililitros), aumento en sangre de la urea y creatinina y electrolitos elevados como el potasio.
En la ecografía se aprecia que el riñón ha disminuido de tamaño y presenta una alteración en su estructura habitual.
Factores de riesgo
La insuficiencia renal aguda casi siempre ocurre junto con otra enfermedad o cuadro médico. Los factores que pueden aumentar el riesgo de insuficiencia renal aguda incluyen los siguientes:
Estar hospitalizado, sobre todo por una enfermedad grave que requiere de cuidados intensivos
Edad avanzada
Obstrucciones en los vasos sanguíneos de los brazos y las piernas (enfermedad arterial periférica)
Diabetes
Presión arterial alta
Insuficiencia cardíaca
Enfermedades renales
Enfermedades hepáticas
Algunos tipos de cáncer y sus tratamientos
Consejos para convivir con la enfermedad renal
Las personas que sufren este problema pueden seguir llevando una vida normal, pero han de tomar en su día a día algunas precauciones:
- Controla periódicamente tu salud.
Es muy importante que te realices análisis de sangre y orina con regularidad, porque la enfermedad renal no suele presentar síntomas en los primeros estadios y sólo este tipo de pruebas pueden detectarla precozmente, así como a ayudar a controlar su avance una vez diagnosticada. Vigila, además, tus niveles de colesterol, azúcar y tu presión arterial. - Sé prudente con el consumo de medicamentos.
No te automediques y advierte siempre al médico que te vaya a recetar algún fármaco del problema que padeces y del estadio en que te encuentras. De esta manera, podrá ajustar la dosis a tu grado de insuficiencia renal. - Alcanza y mantente en tu peso ideal.
Si tienes sobrepeso, es importante que te deshagas de esos kilos de más. - Acude a un nutricionista.
Tu alimentación será clave a la hora de frenar el avance de la enfermedad, por lo que resulta muy recomendable que un experto en nutrición te asesore sobre el tipo de dieta más conveniente para ti y te enseñe qué tipo de nutrientes necesitas. - Presta atención a las proteínas que consumes.
Evita las porciones demasiado grandes y obtén consejo especializado para combinar adecuadamente las proteínas de origen animal (carne roja, pollo, cerco, pescado, huevos y lácteos) y las de origen vegetal (legumbres y frutos secos…). - Cocina y come de manera cardiosaludable.
Para evitar que la grasa se acumule en tu corazón y riñones, prepara los alimentos al horno, salteados o a la plancha, en vez de fritos. Utiliza aceite de oliva y opta por las carnes y pescados magros. - Modera el consumo de sodio.
En total, deberías tomar menos de 2,5 gramos de sal al día. Para ello, reduce la sal que usas al cocinar y lee las etiquetas de los alimentos cuando los compres. Intenta no consumir comidas precocinadas. - Cuida lo que bebes.
Toma la misma cantidad de agua de siempre, pero evita los refrescos de color oscuro, las bebidas con sabor a fruta o los tés envasados, pues pueden contener demasiado fósforo. Una alternativa son las limonadas y los tés fríos caseros. Y, si has de limitar el potasio, no tomes zumos de naranja, sino que es mejor que optes por los de manzana, uva o piña. Por supuesto, modera o elimina el consumo de bebidas alcohólicas. - Deja de fumar.
El tabaco puede empeorar el estado de tus riñones. - Incorpora el deporte a tu rutina diaria.
Además de ayudarte a mantenerte en tu peso, practicar a diario actividad física contribuirá a mantener a raya el colesterol y a aumentar tu bienestar general.
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