Herpes zóster
El herpes zóster es una enfermedad producida por una reactivación del virus latente varicela-zóster, que afecta a los nervios periféricos y a la piel, donde puede producir pequeñas ampollas dolorosas en forma de anillo agrupadas a lo largo de la zona de distribución del nervio (dermatoma). Coloquialmente se llama culebrilla o fuego de San Antonio. Afecta a alrededor del 20% de la población.
Se puede presentar a cualquier edad, aunque lo más común es que aparezca en mayores de 60 años y/o en personas con un sistema inmune mermado por alguna enfermedad o tratamiento médico.
Está producido por el mismo virus que la varicela, siendo una reactivación de éste a nivel de los ganglios nerviosos donde permanece en estado latente para irrumpir en determinadas circunstancias de salud en forma de herpes zóster.
¿Cuáles son los síntomas del herpes zóster?
La intensidad de los síntomas varía según la persona, y aumenta, normalmente, con la edad. En general, el herpes zóster comienza con:
Dolor de intensidad variable (puede ser leve o tipo punzante), continuo o intermitente, picazón o cosquilleo en la zona donde aparecerá la lesión, generalmente a un lado alrededor del tórax, la cintura, el muslo o en la cara e incluso el ojo.
Posteriormente, este síntoma se transforma en un sarpullido sobre una zona de piel enrojecida y sobre la que, rápidamente, brotan ampollas.
Entre siete y diez días después, las lesiones se secan y se convierten en costras de color pardo-amarillento, que desaparecen progresivamente, aunque la piel puede tardar en normalizarse entre dos y cuatro semanas. A veces, las costras pueden dejar algunas cicatrices residuales.
Otros posibles síntomas son: malestar de estómago, fiebre, dolor de cabeza, inflamación de los ganglios linfáticos y dolores musculares o cansancio.
Terapia antiviral
El tratamiento con antivirales por vía oral disminuye la gravedad y la duración de la erupción aguda y la tasa de complicaciones graves en los pacientes inmunodeficientes; puede reducir la incidencia de neuralgia posherpética.
El tratamiento del herpes zóster debe iniciarse lo antes posible, idealmente durante el período prodrómico, y tiene menos probabilidades de ser eficaz si se administra > 72 h después de la aparición de las lesiones cutáneas, especialmente en ausencia de formación de nuevas lesiones. El famciclovir (500 mg por vía oral 3 veces al día durante 7 días) y el valaciclovir (1 g por vía oral 3 veces al día durante 7 días) tienen mayor biodisponibilidad por vía oral que el aciclovir, por lo cual suelen preferirse para el herpes zóster en lugar de 800 mg de aciclovir por vía oral 5 veces al día durante 7 a 10 días. Los corticosteroides no disminuyen la incidencia de neuralgia posherpética.
Para los pacientes con inmunocompromiso menos grave, son opciones razonables el famciclovir, el valaciclovir, o el aciclovir por vía oral (véase antes); se prefieren el famciclovir y el valaciclovir. En los pacientes con inmunodeficiencias graves, se recomienda la administración de 10 a 15 mg/kg de aciclovir por vía intravenosa cada 8 h durante 10 a 14 días en los adultos y de 10 a 20 mg/kg por vía intravenosa cada 8 h durante 7 días en los niños < 12 años.
Aunque los datos sobre la seguridad de aciclovir y valaciclovir durante el embarazo son tranquilizadores, la seguridad de la terapia antiviral durante el embarazo no está firmemente establecida. Debido a que la varicela congénita puede ser resultado de la varicela materna pero rara vez se debe a zóster materno, el beneficio potencial del tratamiento de las pacientes embarazadas debe superar los posibles riesgos para el feto. Las pacientes embarazadas con erupción grave, dolor fuerte o zóster oftálmico pueden tratarse con valaciclovir o aciclovir, especialmente en las últimas etapas del embarazo. Existe una experiencia más larga con el uso de aciclovir en el embarazo en comparación con el valaciclovir.
Prevención
Se recomienda la prevención de la varicela mediante la vacunación infantil y la de adultos no inmunizados.
Existen dos vacunas contra el herpes zóster (culebrilla): una vacuna recombinante nueva y una vacuna más antigua con virus vivo debilitado. Las vacunas recombinantes contienen solo fragmentos de un virus. La vacuna recombinante es la preferida y la recomendada para personas sanas de 50 años o más, con independencia de si recuerdan haber sufrido varicela o herpes zóster y de si han recibido la vacuna anterior contra el herpes zóster.
La vacuna recombinante contra el herpes zóster se administra en dos dosis como inyección intramuscular. Las dosis se administran con un intervalo de separación de 2 a 6 meses y al menos 2 meses después de la vacuna más antigua (virus vivo debilitado) para las personas que han recibido dicha vacuna.
La vacuna recombinante reduce de forma significativa la posibilidad de contraer culebrilla y neuralgia posherpética.
Cuando se produce el herpes zóster, la toma de medicamentos antivíricos reduce el riesgo de desarrollar neuralgia posherpética.
Complicaciones
En los niños, la gran mayoría de los casos de herpes zóster se curan sin tratamiento alguno y no se producen secuelas.
Son poco frecuentes las siguientes complicaciones:
Dolor continuo (la llamada neuralgia posherpética) en la zona de la infección que puede durar semanas o meses tras la misma.
Infecciones asociadas en la piel afectada, sobre todo de origen bacteriano.
Afectación del sistema nervioso, neumonías, hepatitis o trastornos de la coagulación
Problemas visuales, si el herpes zóster afecta al ojo
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